que resbalas despacio
por mis venas de muerta,
que deshaces los nudos
de mis pensamientos
y caminas serena
por mi memoria.
Tú,
que curaste las heridas
de una guerra infinita,
que comprendiste el dolor
de un amor agotado
y viajaste sin mapas
por las grietas de mi alma.
Tú,
que arrancaste de aquel pozo
palabras desconocidas
y abriste en ellas una tierra nueva,
de derrotas menos grises
y paisajes más oblicuos.
Tú,
que eres hija y madre
de los poetas,
no abandones nunca
la frontera de mi desgracia.
P.
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