miércoles, 23 de noviembre de 2016

Tres, seis, cinco

Te lo dedico directamente a ti, 
y ojalá un día lo leas. 


Trescientos sesenta y cinco días sin ti. 

Me gustaría poder decir que he sobrevivido a cada uno de ellos con algo más que un cuerpo físico intacto, pero del resto de mí no quedó nada que no te llevaras contigo. Me quedaron las palabras, eso sí, para poder arrancarme fragmentos de tu recuerdo sin perder la vida en el intento, palabras que cubrieron las heridas hasta que se convirtieron en un dibujo extraño sobre mi piel. 
Me gustaría poder decir que no pienso nunca en la lluvia que caló mi jersey, aquel que me quité para ponerme tu ropa, y que no recuerdo casi tu sonrisa antes de desaparecer en la mía. Me gustaría porque así sería más fácil, pero no sería yo. He olvidado cientos de cosas de aquellos días, pero no he olvidado eso. Ni la lluvia ni el dolor. 
Quiero convencerme de que no hay dos noviembres iguales, que el otoño nunca desnuda el alma de la misma forma, pero hay un llanto dentro de mí que desgarra las paredes de la tumba, que abre caminos hacia aquella ciudad maldita y la llena de fantasmas con tu nombre. 
Han pasado muchos días, y lo único que quiero es empezar a arrepentirme de todo lo que te he escrito. 


Con cariño, 

y un corazón roto, 


P.


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