Ha caído sobre mí
la inmensa desazón del tiempo,
las esquinas del recuerdo
donde siempre, desde siempre
se dobla el pasado,
se empequeñece a mi lado,
me saluda, agudo.
Él y yo caminamos,
las líneas de sus manos dejan de señalar
y en los noviembres que añoro
deja de llover.
Caminamos y nunca
pero sin quererlo,
llega la primavera.
A.
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