lunes, 21 de diciembre de 2015

Ladrones de palabras

Sus palabras fueron el inicio de la catástrofe, no de la salvación. 

Se quedó con mi poesía, con todas las palabras que me pedía que le dijera y que yo, por miedo o sensatez, no era capaz de decirle. Se quedó con el último aliento de inspiración que guardaba y en cada beso robó lo único que mantenía mi corazón latiendo. 
Y cuando se marchó, dejándome sola ante lienzos vacíos y páginas en blanco, lo único que pude hacer fue desangrarme. Me alimenté del dolor porque en la pérdida hallé el sentimiento más parecido al amor y, aunque antagónico, era capaz de cubrir las heridas de un corazón que nunca tuvo aprecio de sí mismo. 
Entonces supe que el amor no suena como el ritmo suave del piano, sino como el desgarrar del cielo cuando se avecina una tormenta. Y así sonaba su voz cada vez que me decía "te quiero".

P.

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