Ojalá gritar en esta tierra que habito,
para que me oigas desconsolada al otro lado,
siempre este, aquel, el mismo.
Confundido el espacio,
dilatado en la ausencia,
para ser un hogar distinto.
Ojalá sea mi voz
el puente que une las dos estaciones,
por el que unos y otros
esparcen las cenizas,
la insistencia de la vida,
los recuerdos de la muerte.
Ojalá no quede cielo para rezar,
ni Dios para creer,
solo humo y un suelo angosto,
tierra en las manos y
sangre en las venas.
El sabor amargo en la boca
de no conocer otro tiempo.
A.
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